Al juez, al sacerdote, al heredero y al sable… Se les paró el reloj

Al juez se le paró el reloj en una tarde aciaga allá por los setenta; su foto aparecía en las crónicas del Diario de Cádiz, aquel formato tamaño sabana imposible de manejar por el levante; cafelito con leche en la Mallorquina mientras los de alpargatas inclinaban la cabeza gorra en mano en señal de sumisión y miedo y los de chaqueta cruzada y sombrero le hacían reverencias… No olvida aquella gloriosa tarde en la que hizo esperar a los “desarrapados” del comité de empresa de Bazan a que acabara su siesta, se tomara su café y se marchara al juzgado para poner en libertad a los cuatro detenidos por la huelga, previo pago de los dos millones de pesetas que les impuso de fianza, medio kilito de los de entonces por cabeza, que el mismísimo Avelino ayudó a gestionar el préstamo entre varios bancos… Con qué indolencia y solemnidad espetó a los representantes de los trabajadores: ¡Os voy a hacer picadillo, rojos de mierda!

Mientras, su suegro, regía la ciudad desde su doble condición de alcalde y militar, por la gracia de Dos.

Sueña aún, el sacerdote castrense con arengas a la tropa en el patio de armas bajo la atenta mirada de su general… misa de campaña, los peligros del pecado, el glorioso alzamiento, capilla y sacristía, corpuscristi y marcialidad…;por eso, quizás, no pudo o no quiso reprimirse y gritó a los historiadores: ¡Que ningún mariquíta resentido insulte a mi general!...

Estos, los de siempre, vigías de occidente, los que han gobernado vidas y haciendas con moralidad nacional-católica, juzgando, arengando, catequizando, sometiendo, torturando, encarcelando… pararon su reloj hace tiempo y se niegan a creer que han pasado los años, que su glorioso movimiento es solo una reliquia en sus memorias, un tenebroso pasado, que ahora se puede hablar y que no hay más movimientos que los que organizan los ciudadanos libres, no quieren reconocer la democracia ni la libertad de expresión ni que los sables están enfundados y no saldrán de sus vainas para volver a reprimir a los vecinos… Quizás, por eso, se indignan, insultan, increpan e intentan boicotear un acto público donde se debate sobre su general, su estatua con caballo, sus laureles, sus hazañas bélicas… y sus crímenes.

Dejen de soñar, señores, pues a pesar de la “imparcialidad” del juez, la “caridad cristiana” del sacerdote, la “democracia” del heredero y la “nostalgia” del sable, muy a vuestro pesar, la Ley 52/2007 se cumplirá y barrerá de nuestras calles todo ese olor a rancio, a podrido y a sangre.