Una discapacidad que no remite

Dicen los expertos que cuando se tiene una enfermedad o una disfunción o una discapacidad, el primer paso para que el problema remita es la aceptación y el reconocimiento del padecimiento, pero con este desgobierno, la discapacidad no remite pues no aceptan ni reconocen que la padecen, crónica y del 100/100.

Si este alcalde, compara la chapuza de su gestión en el Bicentenario con las Olimpiadas del 92 o con la Expo de Sevilla, realmente no esta capacitado para ver la realidad o vive en su limbo autocomplaciente y egocéntrico.

Y peor aún cuando mantiene, sin sonrojarse, que gracias a el se está haciendo en La Isla la mayor inversión de la historia o nos suelta, sin inmutarse, el rollo de la segunda modernización o la fábula de la participación e implicación ciudadana en los fastos…
Sencillamente o está discapacitado para hacer el mas mínimo análisis o es el mayor caradura que pisa suelo isleño.

Harto demostrado su incapacidad para entender cuales son las funciones y obligaciones de un presidente de la corporación, sus entendederas no admite que su cargo está diseñado como un servicio a los ciudadanos y como administrador y garante de nuestros dineros y de nuestros intereses y que los mismos están recogidos en leyes y normas y por tanto de obligado cumplimiento. Durante sus cinco años de mandato y anteriormente como delegado de Hacienda con Antoñito, no ha tenido capacidad para custodiar el dinero publico ni para garantizar los mas elementales mecanismos de control que le exige su cargo; Así se recoge en el sumario que se instruye por el desfalco y aún falta el informe de la Cámara de Cuentas, pero como no reconoce su “enfermedad” la discapacidad ni remite ni cesa.

Lejos de reconocer su ineptitud para garantizar los servicios que pagamos, (alcantarillado, recogida de basuras, ordenación del tráfico…) hace una permanente publicidad de su “buena gestión” despilfarrando los pocos fondos que han quedado después del descalabro en la caja.

Su egocentrismo comenzó con aquella campaña en la que se autocalificó de “buena gente”, término este que normalmente lo utilizan los demás como reconocimiento a nuestro talante amable, sencillo y a nuestra lealtad como amigo o vecino pero que el se la colgó como medallita sin permiso ni aval ciudadano, egocentrismo que ni cesa ni remite pues vive obsesionado con reducir el bicentenario a una acumulación de fotos sonrientes junto a personajes y personajillos.

Su arrogancia nos deja perpleja cuando se congratula y alardea del “apoyo ciudadano” a su labor o cuando se inventa “la implicación ciudadana” en los actos, cuando hasta la fecha, todos los actos son a puerta cerrada y por invitación personal, de espaldas a los isleños… con la sola presencia de algún presidentito o presidentita que olvidan su papel reivindicativo al frente de federaciones y se ponen la corbatita o la bata de cola, no sea que este año me deje sin subvención.

Pues eso, que entre otras, la minusvalía auditiva no le permite escuchar el coro: ¡Alcalde Vete Ya!