A mediados del siglo XIII comenzó a surgir un poblado en torno al Castillo de San Romualdo, que entonces era conocido como Logar o Lugar de la Ponte, después como castillo de Zuazo y en época árabe como alquería de Rayhana. Alrededor de este ribat y en torno al Real Carenero, atarazana situada junto al Puente Zuazo, se formó la actual ciudad de San Fernando, La Isla

15 de julio de 2009

Petróleo, diamantes, coltán... las fuentes de conflicto en África


Miguel Ángel Morales Solís, (Revista Pueblos)

Un artículo dedicado a la descripción de lo que para África representa ser poseedora de ciertos recursos naturales deseados internacionalmente, debe comenzar, por fuerza, recordando un dato que, obviando lo desconocido por la generalidad de aquellos que opinan sobre África, muestra bien a las claras la contradicción que vive el continente africano y la desinformación que reina en torno a este hecho. África es un continente inmensamente rico. Es rico en materias primas, es rico en fuerza de trabajo (y los migrantes africanos llegados a Europa lo demuestran día a día), es rico en culturas, en un modo de ver y vivir la vida, de entender las relaciones interpersonales. Por el contrario, esta riqueza está siendo desaprovechada y los africanos, parte del problema y, por tanto, de la solución, no son los únicos culpables.

La jungla económica que se ha promovido desde la atalaya de los gurús del neoliberalismo, tiene en África la muestra de sus peores consecuencias, de sus derivaciones más extremas. Estados que salieron con una cierta estabilidad volátil, como se ha demostrado con el tiempo, de su época colonial, se han ido convirtiendo, salvo contadas excepciones, en fácil presa de sus propias debilidades.
El subdesarrollo africano debe ser visto con perspectiva histórica, debe apreciarse desde el prisma de quien entiende que para participar en una carrera, es aconsejable haber entrenado previamente. Muchos estados africanos tomaron la senda de la independencia sin este entrenamiento previo y sus riquezas no han ayudado en dicho propósito. El subdesarrollo no es algo que haya surgido a posteriori sino que fue alimentado y sigue siendo el asidero al que las antiguas potencias coloniales y las nuevas postcoloniales se aferran para seguir extrayendo a precios de ganga las materias primas africanas. Es un hecho demostrable la pretensión desestabilizadora que ya en las independencias desarrollaron las antiguas metrópolis. Francia, por ejemplo, propuso a sus colonias africanas, en el año 1958, la constitución de la Comunidad Francesa, dentro de la cual, los estados que ahora son independientes, mantendrían un estatus similar al de las autonomías españolas, con independencia administrativa pero vinculadas a Francia en cuanto a su representación internacional y militar. Guinea Conakry, con Seku Touré a la cabeza, fue la única colonia que se negó a aceptar dicha constitución, con lo que quedaba al margen de la futura Comunidad. En represalia, después de años de expolio y enriquecimiento a expensas de su colonial, Francia decidió abandonar por completo el país llevándose consigo todo el material administrativo y personal cualificado así como romper relaciones con el futuro estado y no aportar financiación alguna para proyectos de desarrollo. En un acto muy similar, España, a la independencia de Guinea Ecuatorial en el año 1968, abandonó el país dejando atrás a una colonia de españoles bastante amplia pero vaciando por completo el Banco Central guineano (se encontraron tan solo 2000 pesetas de la época). Este gesto no era sino una respuesta a la victoria en elecciones de Francisco Macías, un candidato al que España no había apoyado en las elecciones, a la vez que intentaba fortalecer la dependencia del nuevo estado con su antigua metrópoli. Estos hechos, que pueden encontrarse reproducidos en otros estados africanos, sumieron a los nuevos países independientes en el abandono y provocaron en muchas ocasiones un verdadero colapso en sus administraciones.
De esta forma, debe entenderse que las antiguas metrópoli, al igual que las actuales potencias y multinacionales que operan en África, deseaban y desean mantener con respecto a los nuevos estados africanos su estatus de poderosos, sacar ventaja de las debilidades ajenas. El subdesarrollo africano le debe mucho a sus años de colonialismo, tanto como a los procesos de independencia y al posterior proceso de dependencia que se ha ido alimentando con respecto al exterior. No es momento para analizarlo, pero si ahondáramos en los procesos políticos que ha vivido el continente, nos daríamos cuenta de cuan obsesivamente a vivido con un ojo puesto en lo que se dictaba desde las potencias extranjera. En este contexto de extraversión [1] es comprensible el modo en que África enfrenta los problemas de su economía. En el ámbito de la agricultura, por poner un ejemplo, se han ido desarrollando grandes plantaciones de monocultivos enfocados abiertamente a la exportación. El cacao, la palma aceitera, el coco... han ido comiendo terreno paulatinamente a la foresta autóctona para satisfacer las necesidades del exterior. Estos productos, que jamás son tratados en el contexto interno, son exportados como materia prima y serán transformados en los países compradores. Las consecuencias, entre las que destacan la no creación de puestos de trabajo o el bajo precio que las empresas exportadoras pagan por estos productos, siguen ahondando en la desigualdad económica, en la inevitabilidad del subdesarrollo. En este mismo ámbito, es de reseñar la voracidad con la que desaparecen amplias zonas boscosas como consecuencia del comercio maderero, muchas veces en la ilegalidad, y del que, como en los casos antes mencionados, tampoco se benefician los nativos africanos. La dependencia del comercio con el exterior ha llegado a tal punto que incluso, en estados concretos, las semillas para la siembra anual son proporcionadas por las empresas compradoras, unas semillas modificadas genéticamente en su mayoría y que han hecho desaparecer las variedades autóctonas a la vez que, por su infertilidad congénita, obligan a los agricultores a esperar cada año a que los barcos traigan las nuevas semillas.
Por el contrario, no todos los males vienen de fuera. El contexto de indefensión al que se ve abocada gran parte de la población africana tiene en sus propios líderes a algunos de los máximos responsables. Son estos presidentes, muchos de ellos dictadores de facto y otros encubiertos, líderes de grupos rebeldes otros, los que colaboran, negocian y se apropian de los beneficios que la economía africana es capaz de generar. Los africanos huyen del control estatal de su trabajo. Schneider, F. (2005) estimaba en un 45,5 por ciento la participación de la economía sumergida para el PIB oficial en el África austral a partir de la observación de un conjunto de 9 países. [2] El descubrimiento de las riquezas naturales, entre los que resaltan petróleo, diamantes, gas y minerales, y el férreo control de su extracción y producción por parte de gobiernos y multinacionales, no ha hecho sino ampliar paulatinamente estos datos. El dinero recaudado de impuestos y las tremendas ganancias que los recursos naturales podrían dejar en la población, en el desarrollo de cada estado que los posee, terminan, sin embargo, en bancos americanos y franceses o en paraísos fiscales. El subdesarrollo africano debe mucho a la historia, sí, pero en nada ayudan las continuas presiones internacionales que en la actualidad intentan desproteger sus mercados, haciendo que la entrada de empresas occidentales sin escrúpulos alimenten las ansias de acumulación de los líderes corruptos de muchos de estos estados.
Se da, por tanto, una doble coyuntura que mantiene los datos de pobreza del continente en niveles superiores a décadas pasadas. Por un lado, no solo las potencias económicas sino todos aquellos estados inmersos en los procesos de globalización de la economía, presionan a los estados más “pobres” para generar materias primas y bienes de consumo al menor precio posible. Nos encontramos de esta manera con 1000 millones de esclavos en China que trabajan por una miseria y están arruinando, por poner un ejemplo, el embrión de la industria textil africana. Con respecto a África, hay que señalar que esa misma ambición por abaratar los costes de compra, por asegurarse el flujo de petróleo, diamantes, gas o minerales, alienta a empresas y estados compradores a desestabilizar o amenazar con desestabilizar a terceros países con el fin de mantener los privilegios adquiridos. Los sobornos en este medio son un ejercicio generalizado. Es aquí donde los líderes africanos, muchos de ellos antiguos militares, y los grupos rebeldes, ejercen de vendedores y, por tanto, de adjudicatarios de sobornos y premios a su labor en favor de una u otra empresa, de uno u otro estado. Poco importa quien haya realizado el trabajo de extracción, poco importa si los beneficios irán a parar o no a la población, lo importante es manejar el tablero en que se ha convertido el mundo para aquellos que buscan el beneficio a cualquier precio, un tablero en el que África va, para su desgracia, tomando mayor importancia paulatinamente.

2 comentarios:

Paco Piniella dijo...

Como digo yo en mi blog... la política de la alfombra

Anónimo dijo...

me explicas porque me has robado una fotografia y ENCIMA has borrado mi firma?
me lo explicas o como va eso?